Otro día normal en mi vida: me desperté, esperé que pase media hora para despejarme un poco y me preparé para salir a caminar. Luego me bañé, preparé mi almuerzo y miré un poco de televisión. Siempre lo mismo. Tal vez suene loco y aburrido de mi parte, pero para cambiar un poco mi día sólo salí a dar una vuelta luego de comer.
Luego de caminar un largo rato me senté a tomar una gaseosa helada que había comprado debido al terrible calor. La gente caminaba muy rápido a esa hora, todos tenían algo que hacer o lo disimulaban muy bien.
Mirando hacia todos lados, noté una tienda muy rara. Su color parecía un extraño violeta muy gastado por los años y en sus vidrieras se podían ver libros bastante viejos, collares, pulseras y algunas manualidades que me sorprendieron mucho.
Observé en mi mano la pulsera adornada con dados que una vez había encontrado en una piscina y decidí que no sería mala idea comprarme una nueva. Otra vez mis poco divertidas ideas para cambiar la rutina.
Me dirigí hacia el negocio y al abrir la puerta pude oír como rechinaba fuertemente y cómo sonaba una campana colocada sobre ésta. El local era bastante grande, había muchos estantes y productos muy variados, aún más que en las vidrieras.
Un anciano que parecía bastante amigable apareció detrás de mí mientras miraba unos libros polvorientos y me pregunto si buscaba algo en especial. Y comencé a comentarle:
-Busco una pulsera. Tal vez suene raro, pero quiero una que sea distinta a todas las demás, una que yo pudiera calificar como especial.
-Hace mucho que no entra un cliente como tú.
-¿A qué se refiere?
-Eres joven, algunos dicen que este lugar es para viejos.
-Se equivocan. Tiene cosas muy interesantes aquí.
-Gracias. No tengo pulseras muy especiales. Sólo una, pero la persona que me la vendió me contó sobre una maldición y no creo que la quieras…
-¿Puedo verla?
-Claro. Sígueme.
Me llevó hasta una mesa al final del local donde había una pequeña caja de madera. La abrió y sacó de allí la peculiar pulsera: rara pero no extravagante, tela violeta y piedras blancas. No era muy supersticioso y realmente me gustó, así que la compré sin dudar. Pagué, saludé al anciano y me fui lentamente del lugar para seguir observando un poco los libros.
Nunca creí en la magia, en las supersticiones y mucho menos en las religiones pero nunca sentí tantas dudas como en ese momento de mi vida. Apenas abrí la puerta de la tienda vi que mi novia caminaba en los brazos de un chico que desconocía. Me escondí detrás de un árbol y esperé que se alejaran para seguir caminando hasta mi casa. No podía creerlo, pero no podía hacer nada. Preferí callarme.
El resto de la tarde sólo fue sentarme en mi cama a leer y luego me acosté temprano porque al día siguiente rendía una materia importante en la facultad de derecho.
Mis dudas aumentaron cuando me fue mal en el examen a pesar de haber estudiado mucho. Cuando salía del edificio vi sentada en un banco a mi mejor amiga, quien siempre esperaba allí cuando sabía que iba a rendir.
-Por tu cara veo que no te fue bien.
-Estudié tanto, pensé que aprobaría. ¿Recuerdas la pulsera? Creo que en verdad tiene una maldición.
-¿Por qué crees que todo lo que pasó ayer y hoy es una maldición?
-¿No es obvio?
-Piénsalo de este modo: supongamos que la pulsera esté embrujada o lo que sea. Sólo te ayudó en dos cosas.
-¿De qué hablas?
-Te hizo comprender que tu novia es una mentirosa que no te merece y que tal vez la facultad de derecho no sea para ti, tú mismo me contaste que siempre quisiste estudiar música.
Apenas dijo eso una lágrima comenzó a caer por mi cara, fue una mezcla de tristeza, angustia, ira y vergüenza.
-No sé qué me pasa- dije por fin.
-Ven, te invito un café. Y espero que esa pulsera te ayude a ver otras “cosas”.
-¿Lo dices por algo en especial?
-Puede ser…
-¡Entonces cuéntame!
-No… Otro día…
Me miró y comenzó a reírse, luego nos levantamos y caminamos despacio hasta la cafetería de siempre mientras hablábamos de cosas de la vida. Cosas…
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