miércoles, 10 de agosto de 2011

Surrealismo Barato, Mi Favorito (Cuento)


Tal vez fue el brillante sol o esa pequeña brisa tranquilizante que adornó nuestros cuellos todo momento, tal vez fue el cielo azul o esas nubes que lo acompañaban como cada día o tal vez fue tu sonrisa la que logró que aquella tarde fuera una de las mejores de mi vida. Tú no lo sabías, yo tal vez sí, no estaba seguro, pero había algo en ti que me llamaba, me controlaba, me fascinaba y entonces decidí comentarlo sin previo aviso a lo cual no respondiste nada más que con educación y compasión. Por alguna extraña razón te pusiste en mi lugar sin estarlo realmente. Fuimos a tu hogar como solíamos hacerlo en los viejos tiempos y eso me agradó, las cosas no habían cambiado aparentemente. Me senté en tu sillón, fuiste a la cocina y volviste sonriendo y diciendo:

-Tu té con tres cucharadas de azúcar, como te gusta.
-Se supone que la idea es olvidarme de ti, no quererte cada día más.
-¿Qué se supone que haga?
-No lo sé, podrías tratarme mal. Sólo inténtalo.

Tomaste mi taza de té, la arrojaste contra la pared haciendo que se rompiera en miles de pedacitos y ensuciando el piso. Fue un poco alocado, pero te seguí el juego y luego me miraste fijamente y después de dar un fuerte suspiro me dijiste:

-Quiero que te vayas de mi casa.

Yo no respondí, me puse de pie y comencé a caminar tranquilamente hacia la salida, pues, no había nada que hacer allí. Cuando sólo me faltaban dos pasos para salir de tu hogar, dijiste mi nombre y tristemente me preguntaste:

-¿Esto es lo que realmente quieres?
-¡Claro que no!
-¿Entonces por qué no haces algo al respecto?
-No puedo.
-Si tienes algo que decirme… Dímelo.
-Ya te dije que no puedo.
-¡Dímelo!
-¡Te amo! No hay nada que quiera más que estar contigo pero sé que no es posible. No puedo estar contigo, no puedo dejarte, no sé qué hacer ¡No sé qué hacer!
-Es lo que quería escuchar.

Te dirigiste hacia mí, me abrazaste y luego sin esperarlo, tan de repente, tú tomaste mi cara con tus manos y yo vi en ese momento la oportunidad perfecta para besarte. Y fue el beso más hermoso de mi vida. Fue tan hermoso que se me erizó la piel, mi garganta comenzó a llenarse de nudos y no pude evitar soltar una pequeña lágrima que fácilmente noté que fue causada por todo el tiempo que te esperé. Quería que nuestros labios jamás se despegaran y deseaba con todo mi corazón que mis manos jamás soltaran tu adorable espalda.

Luego la oscuridad invadió aquella habitación, todo comenzaba a volverse confuso y a la vez más claro. Pude sentir la malvada y siniestra risa de aquel personaje que tanto atemoriza en sueños y luego observé lo surrealista que puede ser la vista de alguien sentado en un sillón ajeno mientras mira televisión.

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